Los debates tecnológicos de dentro de diez años: la ectogénesis

IMAGE: medicalgraphics.de (CC BY-ND)

Lo mínimo que debemos esperar de una página dedicada a la innovación es que nos adelante los debates tecnológicos que tendrán lugar no ahora, sino dentro de diez años. Y la ectogénesis, o crecimiento de un organismo en un entorno artificial fuera del cuerpo en el que normalmente se encontraría, como el crecimiento de un embrión o feto fuera del cuerpo de la madre, está convirtiéndose, dado el desarrollo tecnológico que lo rodea, en un buen candidato para ese tipo de debate, por contener tanto aspectos derivados de la propia tecnología de los llamados artificial wombs, o úteros artificiales, como por la amplia variedad de aspectos éticos y sociales que es susceptible de desencadenar.

¿Dónde estamos? Actualmente, la ectogénesis parcial, entendida como situar a un bebé nacido prematuramente en una incubadora, que no es sino un entorno artificial en el que puede continuar su desarrollo, es razonablemente habitual, y no genera prácticamente ningún escándalo ni dilema ético: todos entendemos que lo normal es procurar la supervivencia de ese bebé por los medios que sean necesarios. Sin embargo, la idea de un útero artificial que permita extender ese concepto de una manera más ambiciosa, resulta mucho más compleja. Diversos grupos de investigación han explorado la idea utilizando organismos como ovejas que sobrevivieron durante cuatro semanas en una biobag o fetos de tiburón criados en tanques, y han tratado de explorar el impacto que esas tecnologías podría tener sobre seres humanos. Recientemente, un equipo de la Universidad de Eindhoven ha obtenido una dotación de 2.9 millones de euros para tratar de desarrollar un prototipo de útero artificial.

¿Qué ocurriría si, como afirman algunos, el desarrollo de la tecnología nos lleva, en unos diez años, a ser capaces de llevar a término un embarazo en un útero artificial? ¿Cómo afectarían las posibilidades que emergen de esa tecnología a aspectos como el papel de la mujer, o la estructura de las familias? ¿Cómo desarrollar, por ejemplo, un entorno legal completo que ofrezca soporte a todas las posibilidades que pueden surgir de procesos de este tipo, desde la muerte, el divorcio o las diferencias de opinión de los padres, hasta las posibles complicaciones que pueden surgir del procedimiento, pasando por los aspectos relacionados con un acceso no discriminatorio a una tecnología así? ¿Podría un desarrollo como este llegar a convertirse en algo tan común como lo es hoy la fecundación in vitro, considerada alta tecnología hace pocas décadas?

Antes de comenzar a evocar situaciones como las granjas de humanos de los Wachowski en The Matrix o los escenarios distópicos de Huxley en «Un mundo feliz«, deberíamos reflexionar sobre las posibilidades que la tecnología puede razonablemente llegar a ofrecer. La posibilidad de alterar el actual balance de desigualdad en los papeles de cada género en la reproducción, de posibilitar una mayor capacidad de elección de los implicados (bien desde un punto de vista de carrera profesional, o simplemente del impacto del embarazo sobre el organismo de la mujer), o de evitar el impacto de posibles problemas de salud o limitaciones de diversos tipos. Todo ello rodeado de discusiones que implican cuestiones éticas, religiosas, de tradición y de otros tipos que, por el bien de todos, deberían anticiparse al propio desarrollo y progresiva disponibilidad de este tipo de tecnologías.

Ante un escenario tecnológico que, en un período tan corto como unos diez años, pueda posibilitar la ectogénesis, ¿qué posibilidades estimamos para su uso y difusión en las sociedades que conocemos? ¿Cuánto evolucionarán nuestras sociedades a lo largo de los próximos diez años?



Enrique Dans
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