El cada vez mayor atractivo de los proyectos sin ánimo de lucro

IMAGE:  Signal Foundation, Mozilla Foundation, Tor Project and Wikimedia Foundation logos

Un artículo reciente sobre el crecimiento de la app de mensajería instantánea Signal, creada por Moxie Marlinspike y gestionada desde 2008 por la Signal Foundation gracias a la donación de cincuenta millones de dólares de Brian Acton, uno de los cofundadores de WhatsApp, me lleva a pensar en las herramientas que utilizo habitualmente cuyo desarrollo no tiene detrás a una compañía tradicional, sino a proyectos o fundaciones sin ánimo de lucro. Para Acton, con un patrimonio cifrado en 7,000 millones tras abandonar WhatsApp por desavenencias con la gestión del proyecto que estaba llevando a cabo Facebook, y que había optado por el algoritmo de Signal cuando buscaba una forma de desarrollar el cifrado en WhatsApp, la donación a Signal y su consolidación como fundación sin ánimo de lucro es una manera de intentar hacer las comunicaciones seguras y cifradas accesibles para el gran público, tras dejar WhatsApp en manos de una corporación en la que no confía y cuyos servicios ha recomendado activamente no utilizar.

Si quiero obtener o enlazar información sobre algo, lo más habitual es que me dirija a Wikipedia, un producto obviamente archiconocido de la Wikimedia Foundation, creada por Jimmy Wales en el año 2003, que gestiona la mejor enciclopedia del mundo como proyecto sin ánimo de lucro, y a la que suelo hacer donaciones de manera habitual, como una forma de contribuir al enorme servicio que supone para un profesor como yo. Si quiero visitar una página en la web, uno de los navegadores que más utilizo es Firefox, producto de la Mozilla Foundation, y protagonista de otro buen artículo reciente, que me permite un nivel de control de mi privacidad superior y más granular que el que me ofrece el navegador líder del mercado. En otras ocasiones, si quiero un nivel de privacidad aún mayor, navego con Tor, otro proyecto sin ánimo de lucro gestionado por The Tor Project, que me permite anonimizar de manera prácticamente completa mi navegación. Y esos cuatro son solo algunos ejemplos de una deriva que cada vez me encuentro en más lugares, y que además, me proporciona un nivel de tranquilidad superior al de muchas otras herramientas.

¿Qué tienen de bueno este tipo de herramientas gestionadas por fundaciones sin ánimo de lucro? Fundamentalmente, la vocación por solucionar un problema determinado de una manera justa para el usuario, y la posibilidad de poder hacerlo sin la presión que añade la necesidad de alcanzar un nivel determinado de crecimiento o de facturación. Una fundación sin ánimo de lucro no implica, obviamente, que no tenga interés por obtener ingresos, sino únicamente la obligación de mantener unos determinados requisitos de transparencia, de reinvertir los ingresos obtenidos en la propia actividad, y sobre todo, de tratar de asegurar la viabilidad del proyecto. De esta manera, al retirar de la ecuación la necesidad de ofrecer unos resultados económicos determinados que satisfagan, por ejemplo, las expectativas de los inversores o las previsiones de los analistas, la tarea de solucionar la necesidad que dio origen a la actividad pasa a ocupar un lugar mucho más central y prominente.

A efectos prácticos, utilizar un producto con ese perfil quiere decir, por lo general, que el usuario podrá estar mucho más tranquilo. En primer lugar, porque generalmente hablamos de productos de código abierto, la metodología que, dada una comunidad con una dimensión razonable y un funcionamiento eficiente, tiende a generar proyectos más seguros, siguiendo la llamada Ley de Linus, que afirma que «dado un número suficientemente elevado de ojos, todos los errores se vuelven obvios». Pero además, porque ante una presión menor sobre los resultados, la necesidad de buscar formas de generar ingresos a costa de acuerdos poco transparentes para el usuario es también muy inferior. Si usas Signal, no tendrás que preocuparte, como te ocurre con WhatsApp, de que su propietario, Facebook, trate de monetizar tu información de todas las maneras posibles para intentar compensar los 19,000 millones de dólares que pagó; del mismo modo que si usas Firefox o el navegador de Tor, desaparecerá tu miedo a que Google, propietario de Chrome, utilice la información que generas al navegar para caracterizarte.

En muchos sentidos, es posible que las fundaciones y proyectos sin ánimo de lucro sean la reacción de la sociedad cuando algo se vuelve demasiado importante como para permitir que su explotación tenga lugar de manera poco transparente en el contexto de un sistema capitalista cada vez más aberrante y menos sostenible, que comercializa y vende al usuario hasta el límite de lo admisible, con el único objetivo de maximizar los beneficios. Y es posible que ese movimiento, esa deriva de cada vez más actividades hacia ser gestionadas como proyectos de código abierto por fundaciones sin ánimo de lucro sea algo que, como usuarios, debamos tener cada vez más en cuenta a la hora de tomar nuestras decisiones de consumo.



Enrique Dans
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