Educación y monitorización: cuestión de tiempo

Una red de treinta escuelas Montessori en los Estados Unidos, Wildflower Schools, fundadas en 2014 por un profesor del MIT Media Lab, Sep Kamvar, utilizará sensores de diversos tipos para monitorizar completamente la actividad de los alumnos: por dónde se mueven, con quiénes, con quién prefieren trabajar o cuánto tiempo interactúan con los materiales educativos.
Hace alrededor de año y medio lo comenté en una entrada: la monitorización en la educación era un futuro que podía parecer distópico a muchos, pero que también podía tener su sentido si se planteaba de la manera adecuada. Con la progresiva disponibilidad de tecnologías para la monitorización, desde cámaras a GPS, y de algoritmos para analizar la información que generan, las aplicaciones comenzaron, en países como China, Francia o los Estados Unidos, motivadas por preocupaciones por el rendimiento o con la seguridad, pero esos planteamientos están evolucionando rápidamente. La aplicación de inteligencia artificial a la corrección de exámenes y trabajos, por ejemplo, posibilita evaluaciones basadas en más datos sin suponer una carga insostenible de trabajo para los profesores, y la recolección de cada vez más información posibilita un perfilado de los intereses, aptitudes y actitudes de los alumnos que podría utilizarse de muchas maneras, algunas muy peligrosas y con un amplio potencial para la discriminación, pero otras posiblemente muy interesantes si se respetan algunos principios fundamentales con respecto a la propiedad, el control y los usos de la información.
En realidad, el análisis propuesto por las Wildflower Schools resulta bastante coherente: muchos partidarios de la filosofía Montessori afirman que se basa en una observación detallada y sistemática de los alumnos, que los profesores habitualmente documentan mediante notas, y que la propia creadora del método, Maria Montessori, preconizaba una atención intensa a las actividades de los niños. Aplicar tecnología a ese proceso es, en ese sentido, simplemente una cuestión de sentido común, y puede posibilitar una adaptación e individualización del proceso educativo que redunde en mejores resultados. Las escuelas que siguen el método Montessori varían notablemente en la interpretación de muchos de los aspectos del mismo, de manera que las Wildflower Schools estarían, simplemente, interpretándolo a la luz de las posibilidades tecnológicas actuales.
En general, la educación actual tiene un problema de excesiva estandarización y de falta de variables adecuadas. Los profesores tienden a juzgar a los alumnos en función de pruebas no solo muy mal diseñadas y orientadas a la memorística, sino además, poco abundantes, lo que convierte a los procesos de evaluación en algo cuyos resultados termina dependiendo demasiado de factores absurdos. La consecuencia es un claro fracaso del método, demostrado por el hecho de que la principal variable que supuestamente se utiliza para evaluar a los alumnos carece de correlación precisamente con aquello para lo que se supone que el método estaba diseñado, el rendimiento profesional.
Evolucionar hacia metodologías más ricas en datos y con más variables observadas es simplemente una cuestión de tiempo, preparación y lógica, pero es un proceso que deberá estar sujeto a los controles adecuados, y desarrollarse no como una manera de discriminar y coartar las posibilidades del alumno, sino como una forma de otorgarle más control, más información y más grados de libertad sobre su educación. Este proceso debe encuadrarse, además, en un futuro en el que nuestra relación con el trabajo seguramente cambiará de manera radical, y por tanto, la educación dejará de estar destinada a «formar trabajadores» y se orientará más a otros aspectos relacionados con lo que las personas deben hacer para dar sentido a su vida. Visto así, podría tener sentido incluso que aquellos que nos oponemos frontalmente a la vigilancia y la monitorización en la sociedad, estuviésemos de acuerdo con esa monitorización aplicada a instituciones educativas y cuando se pone al servicio de esa educación.
La iniciativa de las Wildflower Schools será posiblemente polémica. Pero también es posible que sirva para avanzar en un proceso que, con el tiempo, irá viéndose cada vez más como una evolución natural del proceso educativo: que tenga lugar en un entorno rico en información y análisis. Cuanto antes sometamos este tema a un análisis completo y exhaustivo, y dejemos de etiquetarlo simplemente como una distopía, seguramente, mejor para todos.
Enrique Dans
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